jueves, 20 de noviembre de 2008

Prohibido preguntarse "¿qué es lo natural?" (es un poco largo y vale la pena)

“No es natural” (Josep-Vincent Marqués)

Algunas formas de vida distintas de las vigentes tienen gracia, indudablemente. Para mejor y para peor, las cosas podrían ser de otra manera, y la vida cotidiana de cada uno y de cada una, así como la de los “cadaunitos” sería bastante diferente. La persona lectora no obtendrá de este libro recetas para cambiar la vida ni -sin que vayamos a hilar demasiado fino sobre la cuestión- grandes incitaciones a cambiarla, pero sí algunas consideraciones sobre el hecho de que las cosas no son necesariamente, naturalmente, como son ahora y aquí. Saberlo le resultará útil para contestar a algunos entusiastas del orden y del desorden establecidos, que a menudo dicen que “es bueno y natural esto y aquello”, y poder decirles educadamente “veamos si es bueno o no, porque natural no es”.

Consideremos un día en la vida del señor Timoneda. Don Josep Timoneda i Martínez se ha levantado temprano, ha tomado su utilitario para ir a trabajar a la fábrica, oficina o tienda, ha vuelto a casa a comer un arroz cocinado por su señora, y más tarde ha vuelto de nuevo a casa, después de un pequeño altercado con otro conductor a consecuencia de haberse distraído pensando en si le ascienden o no de sueldo y categoría. Ya en casa, ha preguntado a los críos, bostezando, por la escuela, ha visto un telefilme sobre la delincuencia juvenil en California, se ha ido a dormir y, con ciertas expectativas de actividad sexual, ha esperado a que su mujer terminara de tender la ropa. Finalmente, se ha dormido pensando que el domingo irá con toda la familia al apartamento. Lo último que recuerda es a su mujer diciéndole que habrá que hablar seriamente con el hijo mayor porque ha hecho no se sabe qué cosa.

Este es el inventario banal de un día normal de un personaje normal. La vida, dicen. Pero ¡atención! Si este es un día normal, es porque estamos en una sociedad capitalista con predominio masculino, urbana, en una etapa que llaman sociedad de consumo y, dependiente culturalmente de unos medios de comunicación de masas subordinados al imperialismo. El personaje normal si la sociedad fuera otra, no tendría que ser necesariamente un varón, cabeza de familia, asalariado, con una mujer que cocina y cuida de la ropa, y con un televisor que pasa telefilmes norteamericanos.

Hablando de José Timoneda Martínez, consideremos ahora cómo incluso su nombre está condicionado por una red de relaciones sociales. Oficialmente no se llama Josep Timoneda i Martínez sino José Timoneda y Martínez, vuelve la cabeza cuando lo llaman Pepe, se cabrea en silencio cuando es el jefe de personal quien le llama Timoneda sin el señor delante, y enérgica y explícitamente cuando es un subordinado suyo quien lo hace; insiste, o no, en hacerse llamar Pepe por una mujer según el aspecto que ella tenga, y se siente bastante orgulloso de ser cabeza de familia, porque así los niños han de nombrarlo según su cargo doméstico de “papá”. Hay mucho más, sin embargo, en su nombre mismo. No diré simplemente que si hubiese nacido en África quizá se llamaría Bambayuyu, que es un nombre muy sonoro y de un exotismo justificable por la diferencia de lengua. No. Sin salimos de nuestro ámbito, que no naturalmente habría de componerse su nombre del nombre de un santo de la Iglesia católica, de un primer apellido. Que trasmitirá a sus hijos y que le vincula al padre de su padre, y un segundo que no transmitirá y que le vincula al padre de su madre. Es solamente una forma. Podría llamarse Josep hijo de Joan Timoneda o hijo de Empar Martínez, Timoneda Josep o tomar el nombre de su origen y resultar Josep Timoneda de Borriana, o haber podido elegir, al llegar a ser mayor, el nombre o cuál de los dos apellidos prefería llevar adelante.

Podría ser de otra manera, pero ésta es la que le ha correspondido, ya que vive aquí. Son costumbres. ¡Atención, sin embargo! Hay quien dice que “son costumbres” como si, reconocido el carácter no natural de las maneras de vivir, éstas fueran resultado de un puro azar, cuando en realidad nos reenvían una y otra vez los datos fundamentales de la sociedad. El nombre del señor Timoneda nos da pistas sobre la influencia de la Iglesia católica y sobre el hecho de que los padres pintan más que los hijos, y el padre más que la madre. Eso en el nombre solamente. Los actos cotidianos del señor Timoneda nos proporcionan muchas más pistas.

El señor Timoneda podría haber pasado el día de muchas otras maneras. Nada en su biología se lo impide. Podría haber trabajado en su casa, si es que se puede hablar de casa al mismo tiempo a propósito de un espacio de 90 m en un sexto piso y a propósito de un edificio que fue la casa de sus antepasados y sigue siendo taller. La mujer del señor Timoneda podía haber estado haciendo parte de la faena del taller y el hijo mayor también mientras aprende el oficio del padre. El más pequeño de los críos podía haber pasado el día en la calle o en casa de otros vecinos, sin noticia ni deseo de escuela alguna.

O bien, el señor Timoneda podía haber pasado el día cocinando para la comunidad, por ser el día que le tocaba el trabajo de la casa, mientras los demás trabajaban en el campo, en la granja o en los talleres, grandes o pequeños, todos proporcionalmente a sus fuerzas y habilidades; y hacia el atardecer reunirse todos para reírse ante una televisión más divertida o para discutir ante emisiones más informativas.

O el señor Timoneda podía haber trabajado aquel día doce horas -seis en las tierras del amo y seis en las que el amo le dejaba cultivar directamente-, regresado a la barraca donde vive amontonado con familiares diversos para comentar que el amo les había vendido junto con las tierras y preguntarse qué tal sería el nuevo señor. O escuchar al abuelo recitar historias, seguro de ser escuchado, seguro de ser el personaje principal de la familia.

El día del señor Timoneda podía haber sido, pues, muy distinto, y también el de las personas que le rodean. Sería un error pensar que sólo podía haber sido distinto de haber nacido en otra época. Con el nivel tecnológico actual son posibles diferentes formas de vida.

Esta pequeña introducción impresionista a una sociología de la vida cotidiana insistirá siempre sobre esa misma idea: que las cosas podrían ser -para bien y para mal- distintas. Dicho de otra manera más precisa: que no podemos entender cómo trabajamos, consumimos, amamos, nos divertimos, nos frustramos, hacemos amistades, crecemos o envejecemos, si no partimos de la base de que podríamos hacer todo eso de muchas otras formas.

A menudo, cuando se muere un pariente, te atropella un coche, le toca la lotería a un obrero en paro, se casa una hija o te hacen una mala jugada, la gente dice:

-¡Es la vida!

O bien:

-Es ley de vida.

Lo que hacemos no es, sin embargo, La Vida. Muy pocas cosas están programadas por la biología. Nos es preciso, evidentemente, comer, beber y dormir; tenemos capacidad de sentir y dar placer, necesitamos afecto, y valoración por parte de los otros, podemos trabajar, pensar y acumular conocimientos. Pero cómo se concrete, todo eso depende de las circunstancias sociales en las que somos educados, maleducados, hechos y deshechos. Qué y cuántas veces y a qué horas comeremos y beberemos, cómo buscaremos o rechazaremos el afecto de los otros, qué escalas y qué valores utilizaremos para calibrar amigos y enemigos, qué placeres nos permitiremos y a cuáles renunciaremos, a qué dedicaremos nuestros esfuerzos físicos y mentales, son cosas que dependen de cómo la sociedad -una sociedad que no es nunca la única posible, aunque no sean posibles todas- nos las defina, limite, estimule o proponga. La sociedad nos marca no sólo un grado de concepto de satisfacción de las necesidades sino una forma de sentir esas necesidades y de canalizar nuestros deseos.

Así, pensar una bomba nueva, desear una lavadora de otro modelo, comer más a menudo platos variados aunque congelados, valorar a los demás por el número de objetos que poseen y dedicar los esfuerzos afectivos a asegurar el monopolio sentimental sobre una persona, no es más “humano”, no es más “la vida”, no es más “natural” que pensar nuevos trucos de magia recreativa, desear más sonrisas, hacer una fiesta el día en que sí comes pollo-pollo o valorar a una persona porque tiene más capacidad de gozar que tú y está dispuesta a enseñarte.

El amor, el odio, la envidia, la timidez, la soberbia… son sentimientos humanos. Pero, ¿en qué cantidad y a propósito de qué los gastaremos?, ¿es lo mismo odiar a los judíos que a los subcontratistas de mano de obra?, ¿es igual envidiar ahora la casa con jardín y pinada de un poderoso, cuando quedan pocos árboles, que cuando eso sólo representaba un símbolo de poder o de prestigio?, ¿es igual amar a una persona sometida que a una persona libre?, ¿se puede ser tímido del mismo modo en un mundo donde es conveniente ser presentado para hablar con otro, que en una sociedad donde todos se tutean, tratando de imponer una familiaridad que no siempre deseamos?.

“Nacer, crecer, reproducirse y morir”. De acuerdo. Eso hacemos. Pero ¿acaso no importa cómo y cuándo naces, qué ganas y qué pierdes al crecer, porqué reproduces y de qué, y con qué humor te mueres?.

El señor Timoneda se levanta cuando el satélite artificial se hace visible en el cielo de su ciudad. Antes de salir de su cápsula matrimonial mira a su compañero, dormido todavía, y se coloca la escafandra individual. Despierta a patadas a la mutante que le sirve de criada y le da órdenes en inglés. Hoy es un día especial: la lotería estatal sortea simultáneamente los quince que serán autorizados para procrear, los 1031 que se someterán a las pruebas de la guerra bacteriológica y 62 viajes a los carnavales de Río para dos personas y una mutante. Sale a la calle ya dentro de su heteromóvil y choca enseguida con otro. Se matan los dos conductores y el viudo del señor Timoneda es obligado a seguir la costumbre de suicidarse en la pira funeraria. ¿Es natural eso?

Esa sociedad imaginaria resulta ser capitalista, post-nuclear, despótica, de atmósfera precaria y homosexual, neomachista. Es una sociedad posible. Podría ser anticipada proyectando y acentuando los rasgos de la sociedad capitalista actual y suponiendo que hubiese tenido lugar tras una rebelión feminista aplastada, una eclosión de la homosexualidad reprimida acompañada de un explícito culto al macho.

(...)


¡Ah! Un poco de distancia respecto de su entorno no le vendría nada mal al lector o a la lectora.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Prohibido, para tercer año, seguir pensando en Voloshinov

Lo negro
(fragmento)

Una reflexión sobre cómo en la lengua lo negro está manchado irremediablemente. La llegada al poder de Obama hace oportuno revisar por qué las hadas son blancas y las brujas se visten de negro. Y algunos apuntes sobre la profesión periodística, la responsabilidad de quienes trabajan en los medios y el necesario cuidado del lenguaje.

Por Sandra Russo

Hay un vallenato del colombiano Andrés Landera que se llama Cuando lo negro sea bello. Así se llama también un programa de radio en la 93.50. En él participo leyendo columnas que escribí en el 2001. En ese programa pasan una deliciosa música tropical; deliciosa y compleja. Es la cumbia original, antes de que pasara por las discográficas que le dejaron sólo su esqueleto rítmico.
El título de Landera es hermoso y pertinente. ¿Qué pasará cuando lo negro sea bello? ¿El mundo quedará patas arriba? ¿Qué haremos, cuando lo negro sea bello, con la enorme cantidad de connotaciones peyorativas, despreciativas y discriminatorias que nos proporciona el habla cotidiana para referirnos a lo negro?
En Estados Unidos deberían comenzar a considerarlo. En la lengua, inglesa o española, los negros son quienes tienen la piel del mismo color que todo lo que nos espanta. Cualquier inocente día de semana se asienta en la catástrofe o la tragedia cuando al martes o al viernes se le agrega el adjetivo “negro”. Las Bolsas de todo el mundo manejan perfectamente el código.
En el uso autóctono, la expresión “un negro” no necesita ser completada con ningún adjetivo, pese a que frecuentemente la gente que usa esos términos la completa con ganas. Pero además define al emisor. Hay un tajo profundo entre quienes se refieren a los pobres como “los negros” y quienes jamás lo harían. Pueden cortarse romances, amistades recientes y buenas vecindades entre alguien que se queja de “los negros” y alguien que escucha esa expresión y se resiente tanto que se vuelve marxista y peronista al mismo tiempo aunque sea por quince minutos.
Lo negro, como la izquierda, ha sido desplazado en la lengua hacia zonas oscuras y miserables. Mientras lo blanco connota pureza, lo negro trae la idea de suciedad. Mientras blanco es el vestido de las novias y negro es el vestido de las viudas, actuar por izquierda es hacer trampa, corromperse o implicarse en cualquier delito. Ir por derecha, en cambio, es ser frontal, tener coraje, tener paciencia, tener moral.
En el mundo en el que vivimos, lo negro ha sido marginado y sacrificado, porque lo negro es ajeno. La historia occidental está escrita por una mano blanca.
(...)


Publicado en el diario Página 12 del 10 de noviembre de 2008 (link: http://www.pagina12.com.ar/diario/mitologias/27-114789-2008-11-10.html)

lunes, 3 de noviembre de 2008

Prohibido hacer relaciones entre literatura y geografìa

Hola 2º Bae, Gabriela me pidió que les pase este link a un mapa de Grecia (cliqueen sobre "link a un mapa de Grecia" o hagan click acá).

Si no, copien y peguen la siguiente dirección web en su explorador:
http://docs.google.com/View?docID=d4d8mf3_292dv5cj3&revision=_latest

(Intenté colgar la imagen en el blog, pero quedaba demasiado reducida).

Gabriela les sugiere que ubiquen en el mapa:

- Tebas y el monte Citerón..
- Macedonia, donde vivió Eurípides en su vejez y escribió la tragedia Las Bacantes
- Jonia, Frigia y Lidia... con el monte Tmolo al lado de la ciudad de Sardes (agunos de los lugares por donde anduvo Dioniso en Asia Menor)
- Troya... por si les interesa ver dónde ocurrió la Ilíada.

lunes, 27 de octubre de 2008

Prohibido encontrar similitudes: poesía gauchesca, letras de tango, letras de cumbia

El porteñito

Soy hijo de Buenos Aires,
por apodo "El porteñito",
el criollo más compadrito
que en esta tierra nació.
Cuando un tango en la vigüela
rasguea algún compañero
no hay nadie en el mundo entero
que baile mejor que yo.
No hay ninguno que me iguale
para enamorar mujeres,
puro hablar de pareceres,
puro filo y nada más.
Y al hacerle la encarada
la fileo de cuerpo entero
asegurando el puchero
con el vento que dará.
Soy el terror del malevaje
cuando en un baile me meto,
porque a ninguno respeto
de los que hay en la reunión.
Y si alguno se retoba
y viene haciéndose el guapo
lo mando de un castañazo
a buscar quien lo engrupió.
Cuando el vento ya escasea
le formo un cuento a mi china
que es la paica más ladina
que pisó el barrio del sur.
Y como caído del cielo
entra el níquel al bolsillo
y al compás de un organillo
bailo el tango a su "salú".

Ángel Villoldo, 1903.




El ganador

Sabés que soy,

el ganador. Sabés que soy, el ganador.

No te me quieras retobar,

porque igual te voy a ganar,

no ves lo lindo que soy,

a mí me llaman el ganador.

Soy, el ganador,

Yo soy, el ganador,

No te me quieras retobar,

Porque igual te voy a ganar,

No ves lo lindo que soy,

A mí me llaman el ganador.

Sabes que soy, el ganador

Pablo Lescano, Damas Gratis, 2002

Mano A Mano

Rechiflao en mi tristeza, hoy te evoco y veo que has sido

en mi pobre vida paria sólo una buena mujer

tu presencia de bacana puso calor en mi nido

fuiste buena, consecuente, y yo sé que me has querido

como no quisiste a nadie, como no podrás querer.

Se dio el juego de remanye cuando vos, pobre percanta,

gambeteabas la pobreza en la casa de pensión:

hoy sos toda una bacana, la vida te ríe y canta,

los morlacos del otario los tirás a la marchanta

como juega el gato maula con el misero ratón.

Hoy tenés el mate lleno de infelices ilusiones

te engrupieron los otarios, las amigas, el gavión

la milonga entre magnates con sus locas tentaciones

donde triunfan y claudican milongueras pretensiones

se te ha entrado muy adentro en el pobre corazón.

Nada debo agradecerte, mano a mano hemos quedado,

no me importa lo que has hecho, lo que hacés ni lo que harás;

los favores recibidos creo habértelos pagado

y si alguna deuda chica sin querer se había olvidado

en la cuenta del otario que tenés se la cargás.

Mientras tanto, que tus triunfos, pobres triunfos pasajeros,

sean una larga fila de riquezas y placer;

que el bacán que te acamala tenga pesos duraderos

que te abrás en las paradas con cafishios milongueros

y que digan los muchachos: “Es una buena mujer”.

Y mañana cuando seas descolado mueble viejo

y no tengas esperanzas en el pobre corazón

si precisás una ayuda, si te hace falta un consejo

acordate de este amigo que ha de jugarse el pellejo

p’ayudarte en lo que pueda cuando llegue la ocasión.

Celedonio Flores, 1918.

Copa Rota

si me siento en este bar

es porq quiero olvidar

q la ame con iluciones

por eso q al tomar

en cada copa se va parte de mi corazon

si la cruzan por hay no le digan

q yo aqui fumo por mi soledad

digalen q soy feliz q ami nunca me va mal

q hoy me pude rescatar

moso sirvame otro copa

que esta risa loca no quiero vajar y

a ella q se cree sos diosa

juro por mi vida la voy a olvidar

si me siento en este bares porq quiero olvidar

q la ame con iluciones por eso q al tomar

en cada copa se va parte de mi corazon

si la cruzan por hay no le digan

q es aqui fumo por mi soledad

digalen q soy feliz q ami nunca me va mal

q hoy me podre rescatar

moso sirvame otro copa

que esta risa loca no quiero vajar

y a ella q se cree sos diosa

juro por mi vida la voy a olvidar

Pibes Chorros, 2007

Nota: Tanto en las letras de Villoldo y Flores, como en las de Damas Gratis y Pibes Chorros mantuve los textos tal como aparecen en las fuentes (www.musica.com y http://www.abctango.com/), sin modificar, en consecuencia, ortografía ni puntuación para adecuarlas a la normativa.

lunes, 20 de octubre de 2008

Prohibido leer sobre mitología griega

Dioniso

En la mitología griega, Dioniso o Dionisos (Διoνισo), era el dios del vino y el exceso, hijo de Zeus y de la mortal Sémele, hija de Cadmo. Según la leyenda, fue él quien enseñó a los hombres a cultivar la vid y a fabricar el vino.



La fábula de su nacimiento cuenta que estando embarazada Sémele de seis meses, la celosa Hera, esposa de Zeus, disfrazada de anciana la convenció para que pidiera a su amante que le mostrara su verdadera naturaleza. Al pedírselo a Zeus, sin embargo, éste no accedió, negándole entonces ella sus favores en tanto no accediera. Zeus, lleno de ira, se transformó en rayo y consumió a su amante pero antes Hermes consiguió salvar al niño cosiéndolo al muslo de Zeus y asistió al parto al cabo de tres meses. Es por esta razón por la que se conoce a Dioniso como «el dios nacido dos veces».
Moría cada invierno y resucitaba en la primavera y con él renacían también los frutos de la tierra. Para celebrar esta resurrección se organizaban grandes fiestas de rituales que agradaban mucho al dios. Los actos eran muchos y variados y con el tiempo se incluyó también una competición de obras dramáticas cuya sede era la ciudad griega de Atenas. Esta competición se llevaba a cabo durante cinco días en la primavera. Grandes dramaturgos griegos como Esquilo, Sófocles y Eurípides escribieron obras para estas fiestas que eran preservadas en el archivo del templo de Dioniso.
Uno de sus epítetos a partir del siglo V adC era Baco (Βακχoς), nombre por el que se lo conoció en la mitología romana. Los romanos le identificaron con el antiguo dios itálico Liber Pater que era una deidad de las viñas, el vino y el delirio místico, como el dios griego. Hoy en día el adjetivo báquico se refiere a los efectos del vino. Cuando Hefesto se negó al ruego de Hera y Tetisde que regresara al Olimpo intervino el dios Dioniso, quien mediante una pócima logró la promesa de Hefesto de acudir a la llamada de Hera.
Al huir de Creta, Teseo se llevó consigo a Ariadna, hija del rey Minos, pero, según la tradición más común, la abandonó dormida en la isla de Naxos, aprovechando una escala del barco. Allí la encontró el dios Dioniso y la hizo su esposa, regalándole como presente nupcial una magnífica corona de oro fabricada por Hefesto.
También tuvo amores con Afrodita.



Popularmente Dioniso representa la emoción y el caos, características que contrastaban con las de Apolo, dios del sol, que representaba la armonía, el orden y la razón. El contraste entre los papeles de estos dioses queda reflejado en los adjetivos apolíneo y dionisíaco, analizados por Nietzsche en El origen de la tragedia. Sin embargo, los griegos pensaban en las dos cualidades como complementarias: los dos dioses son hermanos, y cuando Apolo en el invierno se marchaba a la Hiperbórea dejaba el oráculo de Delfos a Dioniso. En el tímpano del oeste del gran templo de Delfos se esculpió el tiaso, que era la reunión de fieles que celebraban el culto a Dioniso. Este culto era una religión mistérica con un aspecto público y otro interior, reservado para los iniciados. Las seguidoras de Baco eran las bacantes y sus fiestas las bacanales. Las bacantes eran famosas por su desenfreno (y la creencia de que consumían carne cruda), reflejado en la tragedia homónima de Eurípides y en el mito de Orfeo, a quien despedazaron al verse rechazadas por él. Se dice que las primeras bacantes fueron las ninfas que cuidaron de Dioniso cuando niño, las llamadas ménades. El dios Pan formaba también parte de su cortejo.


Cuadros: El triunfo de Baco o Los borrachos, de Diego Velázquez, circa 1628.
Bacco, de Caravaggio, circa 1598

domingo, 12 de octubre de 2008

Prohibido (y menos hoy) tener memoria

Aquí pues yo, Guaicaipuro Cuauhtémoc, he venido a encontrar a los que celebran el Encuentro. Aquí pues yo, descendiente de los que poblaron América hace cuarenta mil años, he venido a encontrar a los que se la encontraron hace quinientos. Aquí pues nos encontramos todos: sabemos lo que somos, y es bastante. Nunca tendremos otra cosa.
El hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para poder descubrir a los que me Descubrieron. El hermano usurero europeo me pide pago de una Deuda contraída por Judas a quienes nunca autoricé a venderme. El hermano leguleyo europeo me explica que toda Deuda se paga con intereses, aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros sin pedirles consentimiento. Ya los voy descubriendo.
También yo puedo reclamar pago. También puedo reclamar intereses. Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo, firma sobre firma, que sólo entre el año de 1503 y el de 1660 llegaron a Sanlúcar de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de América. ¿Saqueo? No lo creyera yo, porque es pensar que los hermanos cristianos faltan a su séptimo mandamiento. ¿Expoliación? Guárdeme Tonatzin de figurarme que los europeos, igual que Caín, matan y después niegan la sangre del hermano. ¿Genocidio? Eso sería dar crédito a calumniadores como Bartolomé de las Casas, que califican al Encuentro de Destrucción de las Indias, o a ultrosos como el doctor Arturo Uslar Pietri, quienes afirman que el arranque del capitalismo y de la actual civilización europea se debió a esa inundación de metales preciosos.
No, esos 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata deben ser considerados como el primero de varios préstamos amigables de América para el desarrollo de Europa. Lo contrario, sería presuponer crímenes de guerra, lo cual daría derecho, no sólo a exigir devolución inmediata, sino a indemnización por daños y perjuicios. Yo, Guaicaipuro Cuauhtémoc, prefiero creer en la menos ofensiva de la hipótesis. Tan fabulosas exportaciones de capital no fueron más que el inicio de un Plan Marshalltzuma para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa, arruinada por sus deplorables guerras contra los cultos musulmanes, defensores del álgebra, la poligamia, el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización.
Por ello, al acercarnos al Quinto Centenario del Empréstito, podemos preguntarnos: ¿han hecho los hermanos europeos un uso racional, responsable, o por lo menos productivo de los recursos tan generosamente adelantados por nuestro Fondo Indoamericano Internacional?
Deploramos decir que no. En lo estratégico, lo dilapidaron en batallas de Lepanto, Armadas Invencibles, Terceros Reichs y otras formas de exterminio mutuo, sin más resultado que acabar ocupados por las tropas gringas de la OTAN, como Panamá (pero sin canal). En lo financiero, han sido incapaces -después de una moratoria de 500 años- tanto de cancelar capital o intereses, como de independizarse de las rentas líquidas, las materias primas y la energía barata que les exporta el Tercer Mundo.
Este deplorable cuadro corrobora la afirmación de Milton Friedman conforme a la cual una economía subsidiada jamás podrá funcionar. Y nos obliga a reclamarles -por su propio bien- el pago de capital e intereses que tan generosamente hemos demorado todos estos siglos. Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarles a los hermanos europeos las viles y sanguinarias tasas flotantes de interés de un 20% y hasta un 30% que los hermanos europeos cobran a los pueblos del Tercer Mundo. Nos limitaremos a exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más el módico interés fijo de un 10% anual acumulado durante los últimos trescientos años.
Sobre esta base, y aplicando la europea fórmula del interés compuesto, informamos a los Descubridores que sólo nos deben, como primer pago de la Deuda, una masa de 185 mil kilos de oro y otra de 16 millones de kilos de plata, ambas elevadas a potencia de trescientos. Es decir: un número para cuya expresión total serían necesarias más de trescientas cifras, y que supera ampliamente el peso de la Tierra. Muy pesadas son estas moles de oro y de plata. ¿Cuánto pesarían calculadas en sangre?
Aducir que Europa en medio milenio no ha podido generar riquezas suficientes para cancelar este módico interés, sería tanto como admitir su absoluto fracaso financiero y/o la demencial irracionalidad de los supuestos del capitalismo. Tales cuestiones metafísicas, desde luego, no nos inquietan a los indoamericanos. Pero sí exigimos la inmediata firma de una Carta de Intención que discipline a los pueblos deudores del Viejo Continente, y los obligue a cumplirnos sus compromisos mediante una pronta Privatización o Reconversión de Europa, que les permita entregárnosla entera como primer pago de su Deuda histórica.
Dicen los pesimistas del Viejo Mundo que su civilización está en una bancarrota que le impide cumplir sus compromisos financieros o morales. En tal caso, nos contentaríamos con que nos pagaran entregándonos la bala con la que mataron al poeta.
Pero no podrán: porque esa bala, es el corazón de Europa.

Escrito por LUIS BRITTO GARCIA: escritor, periodista de opinión e investigador en Ciencias Sociales, nació en Caracas en 1940. En 1970 obtuvo el Premio Casa de las Américas con la colección de relatos Rajatabla. En 1979 ganó el mismo galardón internacional por su novela Abrapalabra. En 1981 recibió el Premio de Literatura Humorística Pedro León Zapata por Me río del mundo y en 1984 navegó por el mar narrativo de las utopías con La orgía imaginaria. Su pieza Venezuela Tuya fue galardonada con el Premio de Teatro Juana Sujo 1971 y representada en gira por América Latina durante dos años. En 1975 ganó el Premio Municipal de Teatro con El tirano Aguirre y en 1980 el Premio Latinoamericano de Dramaturgia Andrés Bello por La misa del esclavo. En 1997 estrenó La ópera Salsa, con música de Cheo Reyes. El 18 de octubre de 1990, el diario "El Nacional" de Caracas, Venezuela, le publica la conocida carta "Guaicaipuro Cuauhtémoc cobra la deuda a Europa", que algunas personas y medios desinformados la toman como propia de un cacique.

Tomado de http://www.kaosenlared.net/noticia/sucederia-si-guaicaipuro-cuauhtemoc-cobra-deuda-europa

sábado, 11 de octubre de 2008

Prohibido pensar en el sentido de tener memoria

Ventana sobre la memoria

I

A orillas de otro mar, otro alfarero se retira en sus años tardíos.
Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós. Entonces ocurre la ceremonia de la iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor. Así manda la tradición, entre los indios del noroeste de América: el artista que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia.
Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoje los pedacitos y los incorpora a su arcilla.


II

¿Un refugio?
¿Una barriga?
¿Un abrigo para esconderte cuando te ahoga la lluvia, o te parte el frío, o te voltea el viento?
¿Tenemos un espléndido pasado por delante?
Para los navegantes con ganas de viento, la memoria es un puerto de partida.

Eduardo Galeano

domingo, 5 de octubre de 2008

miércoles, 1 de octubre de 2008

Prohibido leer literatura "para niños"

Antoine de Saint- Exupèry - El Principito

Capítulo I
Cuando tenía seis años, vi una vez un extraordinario dibujo en un libro que trataba sobre el Bosque Virgen, llamado "Historias Vividas". La lámina expresaba nada menos que una serpiente boa tragándose a una fiera. Aquí tenemos la copia del dibujo.
El libro decía: "Las serpientes boas capturan a sus presas y las tragan enteras, sin masticarlas. Esto, no les permite moverse y duermen durante los seis largos meses en que transcurre la digestión." Es entonces que pensé mucho sobre las aventuras de la selva y un buen día, tomé un lápiz de color y logré mi dibujo número 1. Era así:



Decidí mostrar mi primera obra maestra a la gente grande, y pregunté si mi dibujo les asustaba.
-"Por qué nos asustaría un sombrero?"-, me respondían.
Pero mi dibujo, no representaba en verdad a un sombrero. Expresaba una serpiente boa que había tragado a un elefante.
Decidí entonces dibujar el interior de la serpiente boa a fin de que los adultos comprendieran, ya que siempre necesitan explicaciones. Así quedó logrado mi dibujo número 2:




Me aconsejaron las personas grandes, que abandonara estos dibujos de serpientes boas cerradas o abiertas y me dedicara un poco más a la geografía, la historia, el cálculo y la gramática.
De este modo abandoné a la edad de seis años lo que pudo haber sido una brillante carrera de pintor. Me encontraba decepcionado a raíz del fracaso de mis dos primeros dibujos. Insisto en que las personas grandes no comprenden nada por sí mismas y es cansador para nosotros, los niños, darles siempre y siempre explicaciones.
Consideré que debía elegir otra ocupación y aprendí a pilotear aviones, volando así por innúmeros lugares del mundo. Reconozco que la geografía me sirvió de mucho. Al instante podía distinguir China de Arizona; esto es muy útil si uno llega a perderse durante la noche.
Debo decir, que así fue como a lo largo de mi vida, tomé contacto con muchísima gente seria. He vivido mucho con personas grandes, viéndolas muy de cerca. Aún así, no mejoré en demasía mi opinión acerca de los adultos.
Cuando encontraba alguna persona grande que me parecía algo lúcida, realizaba la prueba de mi dibujo número 1 que siempre he conservado y conservo aún. Me interesaba saber si verdaderamente comprendería mi dibujo. Sin embargo, siempre me respondían: "Es un sombrero". Desde ya que no les hablaba entonces de serpientes boas, ni de bosques vírgenes, ni de estrellas. Me ponía a su alcance, hablándoles de bridge, de golf, de política y de corbatas. Así es como se quedaban conformes por haber conocido a un hombre tan razonable.




domingo, 28 de septiembre de 2008

sábado, 27 de septiembre de 2008

Prohibio leer por estudiantes de 2º Bae. Poesía que trata sobre poesía.

Hola estudiantes de 2º Bae.
Les dejo dos poemas. La propuesta es que algunos de ustedes puedan recitar al menos algunos fragmentos de estos textos en la muestra del 10 de octubre. De todas formas, sigo buscando poemas para que tengan más opciones. Si alguno de ustedes se anima a buscar, mucho mejor. La idea es encontrar poemas que traten sobre la poesía.

Arte poética

Que el verso sea como una llave
que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
cuanto miren los ojos creado sea,
y el alma del oyente quede temblando.
Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
el adjetivo, cuando no da vida, mata.
Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
como recuerdo, en los museos;
mas no por eso tenemos menos fuerza:
el vigor verdadero
reside en la cabeza.
Por qué cantáis la rosa, ¡oh poetas!
hacedla florecer en el poema.
Sólo para nosotros
viven todas las cosas bajo el sol.
El poeta es un pequeño Dios.

Vicente Huidobro


La poesía

Y fue a esa edad… Llegó la poesía
a buscarme. No sé, no sé de dónde
salió, de invierno o río.
No sé cómo ni cuándo,
no, no eran voces, no eran
palabras, ni silencio,
pero desde una calle me llamaba,
desde las ramas de la noche,
de pronto entre los otros,
entre fuegos violentoso regresando solo,
allí estaba sin rostro
y me tocaba.

Yo no sabía qué decir, mi boca
no sabía
nombrar,
mis ojos eran ciegos,
y algo golpeaba en mi alma,
fiebre o alas perdidas,
y me fui haciendo solo,
descifrando
aquella quemadura,
y escribí la primera línea vaga,
vaga, sin cuerpo, pura
tontería,
pura sabiduría
del que no sabe nada,
y vi de pronto
el cielo
desgranado
y abierto,
planetas,
plantaciones palpitantes,
la sombra perforada,
acribillada
por flechas, fuego y flores,
la noche arrolladora, el universo.

Y yo, mínimo ser,
ebrio del gran vacío
constelado,
a semejanza, a imagen
del misterio,
me sentí parte pura
del abismo,
rodé con las estrellas,
mi corazón se desató en el viento.

Pablo Neruda

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Prohibido encontrar similitudes. La mirada del Romanticismo en el Río de la Plata y Europa: la representación del "otro"

Para la mentalidad de los sectores dominantes europeos durante el siglo XIX, oriente representa lo "otro", la "barbarie", el "salvajismo", lo opuesto a la "civilización" (ver al respecto el libro Orientalismo, de E. Said).
Comparen en los dos cuadros la representación de un soldado marroquí (símbolo de lo "oriental") para el pintor romántico francés E. Delacroix y la caracterización del gaucho federal en la pintura del artista francés Monvoisin, de viaje por el Río de la Plata.




A Moroccan from the Sultan's Guard - Eugène Delacroix.



Gaucho Federal, Raymond Quinsac de Monvoisin, 1845.

martes, 23 de septiembre de 2008




Salvador Dalí - The Hallucinogenic Toreador (1968-70)



Salvador Dalí - Old Age, Adolescence, Infancy (The Three Ages), 1940

lunes, 22 de septiembre de 2008

Prohibido mirar el cielo


LECCIONES DE LA METAMORFOSIS

Nube que miras en lo alto del cielo
mi condición humana y modificas
las formas de tu cuerpo y de tus caras:
si alguna vez he visto deshacerse
tu cuerpo de caballo o de sirena,
tus ojos y tu pelo cruel de Erinia,
tus vírgenes perdidas con un ángel
entre las sombra de una playa inmensa,
el velero que se hunde en la tormenta
o un frágil ciervo entre las rosas de oro
de un antiguo poniente indescifrable;
si alguna vez he visto desmembrarse
un reino donde no gobierna nadie,
un templo en que quedaron mis rodillas
prosternadas al pie de un muro blanco,
tan blanco que hasta el sol pierde su faz,
sabrás que sos mi lecho cuando duermo,
que tus lecciones de metamorfosis
he querido seguir hasta la muerte
entregándote toda mi esperanza.

Silvina Ocampo

domingo, 21 de septiembre de 2008

¿Realistas, fantásticas o maravillosas?



Development II (1939) - M. C. Escher




The flood-gate - Jacek Yerka




Sin pan y sin trabajo (1894) - Ernesto de la Cárcova

sábado, 20 de septiembre de 2008

Prohibido enamorarse


El amenazado

Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.

Jorge Luis Borges, El oro de los tigres, 1972


En algún lugar al que nunca he viajado, felizmente más allá de toda experiencia, tus ojos tienen su silencio: en tu gesto más frágil hay cosas que me rodean o que no puedo tocar porque están demasiado cerca.
Con solo mirarme, me liberas. Aunque yo me haya cerrado como un puño, siempre abres, pétalo tras pétalo mi ser, como la primavera abre con un toque diestro y misterioso su primera rosa.
O si deseas cerrarme, yo y mi vida nos cerraremos muy bella, súbitamente, como cuando el corazón de esta flor imagina la nieve cayendo cuidadosa por doquier.
Nada que hayamos de percibir en este mundo iguala la fuerza de tu intensa fragilidad, cuya textura me somete con el color de sus campos, retornando a la muerte y la eternidad con cada respiro.
(Ignoro tu destreza para cerrar y abrir pero, cierto es que algo me dice que la voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas)
Nadie, ni siquiera la lluvia tiene manos tan pequeñas

Somewhere i have never travelled, gladly beyondany experience, your eyes have their silence: in your most frail gesture are things which enclose me, or which i cannot touch because they are too near
Your slightest look easily will unclose methough i have closed myself as fingers,you open always petal by petal myself as Spring opens (touching skilfully, mysteriously) her first rose
Or if your wish be to close me, i andmy life will shut very beautifully, suddenly,as when the heart of this flower imaginesthe snow carefully everywhere descending;
Nothing which we are to perceive in this world equalsthe power of your intense fragility: whose texturecompels me with the color of its countries,rendering death and forever with each breathing
(I do not know what it is about you that closesand opens; only something in me understandsthe voice of your eyes is deeper than all roses)
nobody, not even the rain, has such small hands

E. E. Cummings

jueves, 18 de septiembre de 2008

Prohibido desear cosas feas

21

Que los ruidos te perforen los dientes, como una lima de dentista, y la memoria se te llene de herrumbre, de olores descompuestos y de palabras rotas.
Que te crezca, en cada uno de los poros, una pata de araña; que sólo puedas alimentarte de barajas usadas y que el sueño te reduzca, como una aplanadora, al espesor de tu retrato.
Que al salir a la calle, hasta los faroles te corran a patadas; que un fanatismo irresistible te obligue a prosternarte ante los tachos de basura y que todos los habitantes de la ciudad te confundan con un meadero.
Que cuando quieras decir: "Mi amor", digas: "Pescado frito"; que tus manos intenten estrangularte a cada rato, y que en vez de tirar el cigarrillo, seas tú el que te arrojes en las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones; que al acostarse junto a ti, se metamorfosee en sanguijuela, y que después de parir un cuervo, alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto, para que los espejos, al mirarte, se suiciden de repugnancia; que tu único entretenimiento consista en instalarte en la sala de espera de los dentistas, disfrazado de cocodrilo, y que te enamores, tan locamente, de una caja de hierro, que no puedas dejar, ni por un solo instante, de lamerle la cerradura.

Oliverio Girondo, Espantapájaros (al alcance de todos), 1932

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Continuidad de los parques

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer. Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

Julio Cortázar, Final de juego, 1956.